Autor: Frank Paya Provo-Utah USA

He leído en el sitio de internet de Aurora una noticia que, sin dejar de alegrarme y mucho, me ha hecho meditar por enésima vez acerca de la situación de Israel en el mundo contemporáneo y los desafíos a los que ha de enfrentarse: estudiantes cristianos se preparan para defender a Israel en las instituciones de enseñanza de Europa y los Estados Unidos a las que pertenecen. La iniciativa es promovida por el lobby o grupo Caucus de la Knéset.
Tal noticia me regocija porque Israel cuenta con muchos enemigos, muchos de los cuales son desmesuradamente activos en propagar la peor imagen del país y de sus ciudadanos y en intentar boicotear la participación de Israel en actividades científicas y académicas en general, deportivas, políticas y artísticas. Recordemos los recientes disturbios en la Universidad Autónoma de Madrid, en la que una horda de "pro palestinos" -horda por su salvaje conducta, no por sus ideas- interrumpió un acto académico y quiso linchar a dos israelíes que debían tomar parte en éste, ante la pasividad de los guardias de seguridad del campus y el silencio del rector, de quien no se escuchó una disculpa, ni publicó siquiera una nota en los diarios en los días siguientes.
España es xenófoba, y más aun judeófoba. Lo quieren justificar a veces con argumentos disparatados: he escuchado algo tan increíble como el comentario de una señora, pedagoga por cierto, que pretendía justificar la expulsión de los judíos de 1492 porque su vecina judía de los altos se portaba con ella de forma desconsiderada al tender la ropa, de modo que mojaba la suya. Parece un chiste de mal gusto pero es real. En cambio, estos jóvenes cristianos no temen buscarse problemas en sus centros de estudio por defender a Israel, es decir, por uno de los modos de defender sus principios.
Meditando sobre los tipos humanos que participan en estos hechos, sobre la historia de nuestro pueblo, sobre el tipo de ataque verbal e intelectual sufrido a lo largo de los siglos (del pogrom todos hemos hablado mucho), vienen a mi mente las Disputaciones de Barcelona, en 1263, cuando el insigne Rambán tuvo que enfrentarse al judío converso Pablo Cristiano en una discusión pública acerca del Mesías y del Talmud, promovida por los frailes dominicos, cuyos riesgos eran graves y numerosos. Sobresalían estos: el sabio Najmánides no podría decir palabra alguna que se considerase ofensiva para el Cristianismo; si se le consideraba vencido, aunque fuese de forma arbitraria, podría ser obligado a la conversión; en caso contrario, podrían desatarse represalias contra el pueblo judío catalán.
La sabiduría y la astucia de Rambán hicieron que no pudiera refutársele ni un solo argumento y que su prestigio creciera. La mezquindad de los frailes hizo que dieran a ambos contendientes como ganadores, y que más tarde acusaran a Rambán de haber ofendido al Cristianismo, pero esa es ya otra historia. Por entonces los judíos defendían a los judíos, aunque con muchas restricciones.
Siglos después tuvo lugar otra disputa memorable: tuvo lugar a principios del siglo XVI, poco antes de la Reforma luterana, en Alemania, entre el destacado humanista y defensor de los judíos Johann Reuchlin, cultivador de la Cábala cristiana, y el judío converso Johannes Pfefferkorn. Lo curioso es que, si esta vez el atacante del Judaísmo era de nuevo un judío apóstata, el defensor era un cristiano convencido, que valoraba positivamente el pensamiento judío como humanista y no como prosélito. Defendía además la continuidad entre Judaísmo y Cristianismo, furiosamente atacada en el siglo II por Marción y que volvía a ser cuestionada por Pfefferkorn, ataque muchas veces repetido a lo largo de la historia. Esta vez el propósito de la controversia consistía en procurar la destrucción de los libros judíos, bajo el pretexto de que no proporcionaban nada bueno sino que pretendían confundir a los cristianos a través de mentiras. La erudición y el talento de Reuchlin dejaron al apóstata sin argumentos, pero exacerbaron su odio, de modo que hizo perseguir a Reuchlin hasta extremos inconcebibles. Buenos amigos de Reuchlin del talento de Ulrich von Hutten y Crotus Rubeanus escribieron y divulgaron de forma anónima obras contra la ignorancia y la mala fe de los clérigos. Pero, a pesar de todo, una vez más el defensor de los judíos tuvo que huir después de vencer en una discusión preparada como trampa.
¿No había sabios judíos a quienes encomendar la defensa? Por supuesto que sí. Pero por entonces, sólo a los cristianos se permitía tomar parte en disputas públicas. Hoy las leyes no impiden a los judíos defender ni sus principios religiosos ni a Israel, pero no se les otorga credibilidad y se les acusa de parciales.
Esta historia se repitió a lo largo del siglo XVII, esta vez entre los hebraístas cristianos franceses, alemanes, ingleses y holandeses. Por entonces, todos clamaban por la tolerancia pero pocos la ejercían. Muchos hebraístas cristianos estaban libres de odio hacia los judíos, pero su aspiración era convertirlos a la fe cristiana, por convicción y no por presiones, y conseguir con el tiempo la desaparición incruenta del Judaísmo. Entre ellos se destacaban Richard Simon, Adam Boreel, Franz Budde y los Johannes Buxtorf (padre e hijo), en contraposición con los antisemitas militantes Johann Andreas Eisenmenger y Johann Jakob Schudt, quien no dudó en propagar burdas mentiras.
Hubo por entonces no una sino varias encendidas polémicas sobre el Judaísmo y la Cábala: las opiniones oscilaban entre la demonización total y el reconocimiento de muchos méritos. Entre los partidarios de esta última opinión se destacó el erudito austriaco-alemán Johann Peter Spaeth, protestante pietista de gran renombre, amigo personal del jefe espiritual del Pietismo Johann Georg Spener. Spaeth terminó convirtiéndose al Judaísmo y fue conocido desde entonces como Moses Germanus. Desde la tolerante Holanda continuó defendiendo al Judaísmo. Sin relacionarse directamente con él, realizó una labor similar Baltasar Orobio de Castro, de familia de Anusim portugueses que, tras pasar innumerables vicisitudes, había retornado al Judaísmo en Amsterdam y desde allí polemizaba con célebres figuras europeas.
Surgió entonces un judío que no parecía defender el Judaísmo, ni tampoco el Cristianismo, pues negaba la resurrección de Jesús de Nazaret: Baruch Spinoza. Muy complejos son los problemas de su religiosidad y de su judeidad (o falta de ellas) pero fue la primera voz judía que, después de muchos siglos, fue reconocida por la intelectualidad europea como la de un filósofo colosal. Pero esa es otra historia.
Hoy acuden los amigos cristianos, llenos de buena voluntad, a prepararse para defender a Israel. Porque no se concede credibilidad a los judíos. Con inmenso agradecimiento por su ayuda, hace reflexionar que no se conceda credibilidad a los judíos para defender a Israel. Como a fines de la Edad Media. Como durante el siglo XVII. ¿Dónde está el progreso humano? ¿En qué aspectos podrá decir alguien que el ser humano actual ha aprendido las lecciones de la historia? Y a esto llaman civilización.
(c) 2005 por Frank Paya
fkpaya@aol.es
Fuente: Sefarad blog de fkpaya
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.